Entrevista con Vincent Martin, Director de la Oficina para la Innovación de la FAO
Un dron sobrevuela un campo de cultivo de Tanzanía en el que trabajan agricultores
©FAO / Eduardo Soteras
Roma - El mundo hace frente a dificultades sin precedentes: el crecimiento demográfico, el aumento de los fenómenos climáticos extremos y la merma de los recursos naturales. Para alimentar al planeta de forma sostenible hay que cambiar y dejar de actuar como si todo siguiera igual para adoptar soluciones innovadoras que puedan transformar nuestros sistemas agroalimentarios. Esta transformación exige no solo avances tecnológicos, sino también un compromiso renovado con la colaboración y la voluntad de replantearnos la manera en que producimos, distribuimos y consumimos alimentos. Subyace a esta labor la necesidad imperiosa de fortalecer el multilateralismo velando por que los beneficios de la innovación se repartan de forma equitativa en todo el planeta.
Ahora bien, ¿qué significa exactamente “innovación” en el contexto de la agricultura y la seguridad alimentaria? ¿Cómo pueden aprovecharse de forma responsable tecnologías emergentes como la inteligencia artificial (IA) frente a estas dificultades de ámbito mundial? ¿Y qué papel desempeñan las organizaciones internacionales, los gobiernos e incluso los ciudadanos a título individual en la conformación de un futuro más sostenible que garantice la seguridad alimentaria?
Para investigar estas preguntas cruciales, la Sala de Prensa de la FAO habló con Vincent Martin, Director de la Oficina para la Innovación de la FAO. El Sr. Martin expone la visión de la FAO en materia de innovación, resalta los proyectos en marcha y destaca la urgente necesidad de acción colectiva para crear unos sistemas agroalimentarios resilientes y equitativos.
Hablemos de innovación en la FAO. ¿Qué significa “innovación” en la práctica?
Vincent Martin: Simplificando, la innovación comporta actuar de manera diferente y llevar a cabo acciones distintas. Para mí, se trata de convertir la ciencia en oportunidades de mercado y trasladarla al campo. Con ello se pretende aprovechar el poder de la ciencia y la innovación para transformar los sistemas agroalimentarios y ofrecer soluciones directamente a los agricultores y a quienes más las necesitan, ayudando con ello a las personas a mejorar su existencia y a ganarse la vida con la agricultura.
Resumiendo, se trata de velar por que la innovación cubra hasta el último tramo y de ampliar la escala de sus repercusiones. .
Es importante reconocer que la innovación, lejos de ser un lujo, debe convertirse en la norma. ¿Por qué? Porque hacemos frente a dificultades exponenciales, complejas y relacionadas entre sí: el cambio climático, la pérdida de diversidad biológica, la pandemia, crisis económicas y financieras y demandas mundiales en auge. Aun así, nuestra respuesta consiste con demasiada frecuencia en soluciones lineales discordantes con la escala y la complejidad de estos problemas.
Dicho de otro modo, actuamos como bomberos: siempre reaccionamos, pero rara vez nos anticipamos. Ocupamos puestos de retaguardia cuando debemos estar a la vanguardia.
Debemos plantar cara de verdad a las dificultades del siglo XXI pasando del pensamiento lineal a la adopción de enfoques integrales, innovadores y de horizontes amplios.
La innovación es esencial. Se trata también de mantener la pertinencia: de cerrar la brecha entre lo que hacemos ahora y lo que deberíamos estar haciendo para seguir el ritmo acelerado del cambio y la transformación.
Entonces, ¿cómo aplica la FAO este concepto de innovación, en particular a los sistemas agroalimentarios?
En 2022 pusimos en marcha nuestra Estrategia para la ciencia y la innovación y creamos la Oficina para la Innovación con el objeto de definir el concepto de innovación a fin de transformar los sistemas agroalimentarios encontrando maneras de alimentar a una población en aumento sin agotar los recursos naturales. Para ello se precisa de una nueva visión que lleve a actuar de manera diferente y llevar a cabo acciones distintas.
Aplicar la innovación en los sistemas agroalimentarios supone aprovechar la ciencia, la tecnología y la innovación para producir más con menos, así como velar por que los sistemas no solo no contribuyan al cambio climático o el agotamiento de los recursos, sino que también pasen a ser parte de la solución. Frente a las perturbaciones climáticas, las crisis y las recesiones económicas, exploramos una amplia gama de soluciones: innovaciones de índole no solo tecnológica, sino también social, institucional, financiera y normativa.
Por ejemplo, dentro de la tecnología es fundamental el lugar que ocupa la biotecnología. Las nuevas técnicas genómicas pueden ayudar a desarrollar variedades de cultivos más resistentes al cambio climático, la sequía, la salinidad y las plagas. Pero no basta con la tecnología: también es fundamental la innovación social. ¿Cómo podemos empoderar a las mujeres y los jóvenes para que impulsen la innovación? ¿Cómo les permitimos encontrar soluciones y trasladar descubrimientos científicos al campo? Respaldamos a mujeres y a empresarios jóvenes para que hagan exactamente eso.
También trabajamos directamente con agricultores por medio de nuestro programa emblemático de Escuelas de campo para agricultores, que lleva decenios facilitando el aprendizaje entre homólogos, gracias a lo cual los agricultores determinan problemas y encuentran soluciones juntos sobre el terreno. Ahora estamos desarrollando Escuelas de campo para agricultores 2.0, un programa que se centra en ampliar no solo los números, sino también las repercusiones. Con esta fase siguiente se pretende movilizar a comunidades rurales en su conjunto a fin de regenerar paisajes, instaurar economías inclusivas e incorporar cambios transformadores en materia de género.
Nos proponemos llegar a 50 millones de personas del medio rural para 2040 integrando herramientas digitales, ciencias del comportamiento y una financiación innovadora. Para conseguirlo, ampliamos nuestra labor dando cabida a regiones nuevas, como zonas en situación posterior a un conflicto, la ampliamos en profundidad para fomentar el cambio social y cultural duradero y la ampliamos en un nivel superior incorporando las Escuelas de campo para agricultores en políticas nacionales y estrategias del sector privado.
¿Podría darnos ejemplos concretos de países específicos en relación con proyectos de innovación de este tipo que han surtido efecto?
En 2023 pusimos en marcha nuestro propio programa de incubadora de la FAO para la innovación sobre el terreno, denominado Elevate. Hasta la fecha hemos prestado apoyo a dos cohortes de proyectos y equipos que proponen soluciones cuyo nivel tecnológico oscila entre alto y bajo.
Un ejemplo es un proyecto de toma de muestras de aire mediante drones en Asia sudoriental. Los drones toman muestras en cuevas de murciélagos para detectar posibles virus pandémicos, lo cual permite a los investigadores evaluar los entornos de forma segura y precisa sin incurrir en riesgos para la salud. Este método puede reproducirse en distintos ámbitos agrícolas para obtener resultados rápidos de gran precisión.
Otro proyecto ubicado en África se centra en la bioeconomía mediante el uso de moscas soldado negras para reducir el desperdicio de alimentos. Las moscas consumen desperdicios y ponen millones de huevos cuyas larvas se secan posteriormente para producir pienso: se trata de una solución circular sostenible. El Programa Mundial de Aceleración de Pulso de las Naciones Unidas ha seleccionado esta iniciativa en vista de su éxito.
En Cabo Verde, un proyecto presta apoyo a mujeres de comunidades productoras de pescado capacitándolas en la conversión de piel de pescado en cuero para la fabricación de artículos de moda, lo cual genera nuevos medios de vida y agrega valor a los recursos locales.
La diversidad de las innovaciones es impresionante. Muchos equipos exploran también la IA en ámbitos que van del aumento de la producción a la detección de enfermedades. En toda la FAO asistimos al surgimiento de soluciones creativas y con repercusión.
Y esto no es más que el comienzo. Trabajamos constantemente por acelerar estas innovaciones, ampliarlas de forma eficaz y velar por que lleguen a las comunidades que más las necesitan.
¿Cómo utiliza la FAO la IA y qué posibilidades cree usted que encierra a efectos de transformar los sistemas agroalimentarios?
La IA es ya un elemento central de nuestra estrategia de agricultura digital. La FAO lleva tiempo promoviendo la agricultura digital, pero la velocidad y el alcance a los que permite llegar la IA han superado las expectativas. Preveíamos que se avecinaba una revolución, pero no la imaginábamos tan rápida. Ahora debemos adaptarnos, asimilar el cambio y velar por un uso responsable y ético de la IA.
Además de ayudar a los agricultores con herramientas digitales y el internet de las cosas para hacer posible una agricultura más precisa que haga un uso eficiente de los recursos, centramos cada vez más nuestra atención en la manera en la que la IA puede elevar estos sistemas. El verdadero poder de la IA reside en su capacidad de detectar pautas y relaciones que no distinguiríamos de otro modo a fin de mejorar la eficiencia, permitir una adopción de decisiones más rápida, prever los efectos e impedir que broten enfermedades.
A escala mundial nos servimos de plataformas como el Sistema del índice de estrés agrícola (ASIS), que utiliza imágenes tomadas desde satélites para vigilar las condiciones de sequía. La siguiente generación del ASIS incorporará la IA para aumentar su precisión y su capacidad de respuesta.
Uno de nuestros proyectos más ambiciosos es la elaboración del primer gran modelo de lenguaje a nivel mundial en el ámbito agroalimentario aprovechando la abundancia de datos y conocimientos especializados mundiales de la FAO. La IA ha transformado sectores como las finanzas y la atención sanitaria, pero el ámbito agroalimentario sigue en gran medida sin explotarse. Nuestro objetivo es crear un modelo fundacional de IA que ofrezca orientación en tiempo real en el ámbito normativo, asesoramiento agronómico, estrategias climáticas y acceso a una base de conocimientos mundial, lo cual pondrá el pleno potencial de la IA a disposición de los agricultores, los responsables de las políticas, los investigadores y las empresas.
También nos hemos asociado con un proyecto paralelo de Microsoft, denominado Digital Green, para prestar a los agricultores servicios directos de asesoramiento alimentados por IA. Su plataforma está disponible en distintos idiomas, y gracias a modelos lingüísticos y de IA, tanto grandes como pequeños, los agricultores pueden acceder ahora a asesoramiento localizado y contextualizado mediante aplicaciones móviles. Actualmente ensayamos este mecanismo en Etiopía y en breve lo haremos en Mozambique, para lo cual empleamos conjuntos de datos adaptados que se centran específicamente en las necesidades agrícolas locales en lugar de datos generales de Internet.
La repercusión ya es cuantificable. Según Digital Green, los servicios de asesoramiento tradicionales podían costar antes unos 30 USD por agricultor. Las herramientas digitales redujeron el costo a 3 USD. Con la IA, el costo podría bajar a 0,30 USD por agricultor. Para los pequeños agricultores, se trata de algo más que eficiencia: se trata de un efecto transformador.
¿Cuáles son las principales dificultades que comporta la aplicación de estos tipos de IA y otras innovaciones, en particular para los agricultores sobre el terreno?
En primer lugar, cualquier solución debe ensayarse para comprobar si funciona en la realidad. Una dificultad importante es el acceso a datos locales de calidad, factor esencial para que los sistemas de IA resulten pertinentes y eficaces. Estamos explorando la manera en que programas como las Escuelas de campo para agricultores pueden ayudar a recopilar este tipo de datos sobre el terreno.
La capacitación y la educación también son esenciales, tanto a escala nacional como en lo que respecta a los agricultores sobre el terreno. Las personas deben comprender no solo cómo se utilizan estos sistemas, sino también cómo pueden incorporarse a diario en su toma de decisiones.
El entorno normativo tiene la misma importancia. La innovación necesita un ecosistema favorable. Sin estrategias nacionales en materia de ciencia, tecnología e innovación y sin un entorno normativo adecuado, es imposible ampliar estas soluciones de forma sostenible.
En cuanto a la IA en particular, es esencial un uso responsable y ético. Debemos velar por que no refuerce los sesgos o desigualdades existentes: la calidad de los datos y la gobernanza son fundamentales.
Tampoco basta siempre con que una solución funcione desde el punto de vista técnico. El contexto social importa. Incorporamos planteamientos de las ciencias sociales y del comportamiento para comprender los obstáculos a la adopción de índole cultural, económica o de infraestructuras. Una herramienta puntera solo es útil si los usuarios tienen acceso a teléfonos inteligentes, si gozan de conectividad y si tienen aptitudes para utilizarla. Por eso hemos pasado de la transferencia de tecnología sin más a la creación de innovación junto con los usuarios.
Otra barrera importante es la aversión al riesgo. La agricultura depende de la previsibilidad: los agricultores no pueden permitirse apostar por herramientas no probadas. Una mala temporada agrícola puede ser devastadora. A ello se debe que la FAO se dedique a reducir el riesgo de la innovación creando vías seguras y graduales de adopción y ampliación.
Mirando hacia adelante, de aplicarse con éxito todas estas innovaciones, ¿qué aspecto podría tener un futuro ideal para los agricultores y los sistemas agroalimentarios mundiales?
Una prioridad esencial consiste en prever el futuro: adoptar una posición intencionada y estratégica en cuanto a la dirección que seguimos. Debemos elaborar políticas preparadas para el futuro sirviéndonos de nuestra capacidad prospectiva para comprender qué aspecto podría tener el mundo dentro de 10, 20 o 30 años. ¿Cuál es la hipótesis más favorable y cómo podemos llegar a ella?
Hace poco llevamos a cabo un análisis prospectivo de las tecnologías e innovaciones emergentes de cara a 2050. Exploramos cinco hipótesis posibles que iban de la peor a la más deseable. En la hipótesis más optimista, imaginamos un mundo en el que sea posible alimentar de forma sostenible a una población en aumento no solo eludiendo los daños ambientales, sino también restableciendo la biodiversidad y mitigando el cambio climático. Los sistemas alimentarios serían sostenibles, inclusivos y eficientes y el acceso a las dietas saludables sería universal.
Para avanzar hacia ese ideal determinamos 20 innovaciones prometedoras que podrían contribuir a labrarnos un futuro así. Entre ellas, los enfoques basados en la naturaleza, la innovación en el ámbito normativo, las herramientas geoespaciales y el rápido avance de tecnologías como la IA o la computación cuántica utilizadas de forma responsable destacan como herramientas poderosas para orientar la adopción de decisiones.
La IA y la computación cuántica cada vez resultan más viables, especialmente cuando se combinan con otras innovaciones o tecnologías, como las biotecnologías. Esas innovaciones podrían elevar de forma espectacular nuestra capacidad de prever brotes de enfermedades, perturbaciones meteorológicas y sequías, lo cual nos ayudaría a prepararnos y a responder con mucha más precisión.
En vista de la urgencia que reviste la situación, ¿qué debe hacer la comunidad internacional para que avancemos hacia la hipótesis más favorable y no hacia la menos favorable?
La colaboración, la asociación y la inclusividad son esenciales. Debemos apoyarnos en el multilateralismo, que sigue siendo la única vía de avance válida. No obstante, el multilateralismo está sometido a presiones. Al respecto, corresponde a la FAO y las Naciones Unidas una función crítica: defender y dirigir la cooperación mundial encaminada a velar por que la innovación y la tecnología beneficien a todos y no a unos cuantos privilegiados.
Nuestra fuerza reside en nuestra capacidad de congregar a diversos agentes: gobiernos, el sector privado, instituciones de investigación, ONG y la sociedad civil. Necesitamos un compromiso compartido de conformar el futuro que queremos, arraigado en la innovación abierta, la adopción de medidas colectiva y una gobernanza responsable.
Se trata de algo más que de tecnología: se trata de practicar la inteligencia colectiva trabajando juntos en la previsión de dificultades y en la creación conjunta de soluciones inclusivas a largo plazo.
¿Existen otros próximos proyectos de la FAO que la población debe esperar con especial entusiasmo o tener en mente?
En octubre de 2025 presentaremos Perspectivas de Tecnología e Innovación en los Sistemas Agroalimentarios (ATIO) en el Foro de la Ciencia y la Innovación de la FAO. ATIO consta de dos componentes principales:
En primer lugar, una publicación bienal que se pondrá en marcha en octubre de 2025 y en la que se recopilarán los últimos avances científicos y tecnológicos en el ámbito de los sistemas agroalimentarios.
En segundo lugar, una base de datos de código abierto, la primera en su género, dedicada a las tecnologías e innovaciones en el ámbito agroalimentario. Se aspira a que sirva a los Estados Miembros, los investigadores, los responsables de las políticas y las partes interesadas del sector privado de recurso valioso que contribuya a orientar las inversiones estratégicas en la transformación de los sistemas agroalimentarios.
La idea básica es cerrar la brecha mundial en materia de ciencia, tecnología e innovación consiguiendo que los conocimientos resulten accesibles y pertinentes en función de la diversidad de contextos locales. La creación de esta base de datos es una tarea ambiciosa, pues los datos se encuentran actualmente dispersos en distintos sistemas y plataformas de todo el mundo. Empleamos un enfoque federado para agruparlos todos en un espacio accesible.
A diferencia de muchas bases de datos existentes dominadas por la dimensión tecnológica, ATIO adoptará una perspectiva más amplia que dará cabida no solo a la innovación tecnológica, sino también a innovaciones de índole social, normativa e institucional.
También estamos decididos a estimular el emprendimiento, en particular en los países de ingresos medios y bajos. Durante el pasado año organizamos varios desafíos en el ámbito de la innovación. El más reciente, acogido junto con la Universidad de Zhejiang en China, se centró en el cambio climático y las soluciones de IA. Después de determinar las innovaciones más prometedoras, facilitamos actos de establecimiento de contactos que congregan a empresarios jóvenes, proveedores de soluciones, inversores y usuarios finales para ayudarles a convertir las ideas en soluciones con impacto susceptibles de ampliación durante nuestro Foro de la Ciencia y la Innovación.
En el caso de la población general que no tome parte directa en la innovación o la agricultura, ¿qué puede hacer para contribuir a esta visión positiva del futuro?
No plasmaremos nuestras hipótesis más favorables si no cambiamos nuestra manera de pensar, si no hacemos las cosas de manera distinta y adoptamos la innovación. Esa responsabilidad recae en todos nosotros. Exige un cambio de mentalidad que no siempre resulta fácil: la innovación supone a menudo romper con lo acostumbrado y salirse de la zona de confort, pero no tenemos otra opción. Debemos estar abiertos al cambio.
Como consumidores, también podemos ejercer poder. Al escoger opciones alimentarias más sostenibles, podemos contribuir a la salud del planeta. El cambio empieza en las decisiones cotidianas. Hablen con amigos y familiares y con su comunidad sobre los sistemas alimentarios sostenibles y la importancia de la innovación responsable. Presten apoyo a las políticas e iniciativas que dan prioridad a la inclusividad, la protección del medio ambiente y el acceso de todos a los conocimientos y la tecnología.
Tomemos como ejemplo la IA. Una sola búsqueda mediante IA puede consumir hasta 20 veces más energía que una búsqueda ordinaria en Internet. Por eso debemos promover sistemas de IA abiertos, transparentes y eficientes desde el punto de vista energético que puedan comprenderse, medirse y armonizarse con el bien colectivo.
Al utilizar herramientas digitales o plataformas basadas en la IA, elijan las que den prioridad a la transparencia, a las prácticas éticas y a un menor consumo energético. Opten por servicios de código abierto o que dejen una huella baja siempre que puedan: es una manera modesta pero significativa de promover la innovación responsable.
Incluso a título de usuarios individuales podemos decantarnos conscientemente por determinadas opciones, como prestar apoyo a proveedores de servicios de IA que utilicen tecnologías de código abierto o consuman menos energía. Puede que estas decisiones parezcan modestas, pero contribuyen a la sostenibilidad mundial. Se trata de una manera más de formar parte de la solución.
Ya sea votando, ya participando en iniciativas locales o prestando apoyo a organizaciones que se dedican a la alimentación, el clima y la innovación, ser un ciudadano informado y activo puede determinar la orientación del cambio.
Oficina de Prensa, FAO (+39) 06 570 53625 [email protected]