Un grupo de ocho mujeres se sienta en círculo, con las piernas cruzadas envueltas en los llamativos colores de sus tradicionales vestidos de algodón. Están sentadas en el suelo de tierra junto a una tienda para descansar, pero no parece que tengan tiempo de usarla.
La mayoría de las mujeres está hablando de su trabajo aquí en su huerto en Mifta el Kheir, una aldea situada a unos 150 km al sur de la capital del país, Nuakchot, mientras tanto, una de ellas prepara el té de menta mauritano, según su larga tradición en el país. Tras verterlo repetidas veces de la tetera al vaso, el té fluye del recipiente formando una espuma final, que indica que los pequeños vasos transparentes están listos para distribuirse a invitados, amigos, autoridades y desconocidos por igual.
En este período húmedo “más fresco” del mes de octubre, hay 42 grados Celsius en el exterior, pero la temperatura no afecta a la preparación del té. Se da por hecho. No obstante, la pausa para el té no dura mucho y las mujeres se ponen de nuevo en pie para ocuparse de los distintos elementos de su pequeña explotación, es decir la granja agrícola comunitaria integrada, en francés “ferme agricole communautaire integrée” (FACI), que incluye los árboles frutales, el vivero de siembra, los cultivos de forraje y el gallinero.
Según dice Teslim Mint Soueilim, el mejor día es aquel en el que hay mucha actividad, un día en el que el trabajo marcha bien. Esta líder de la comunidad habla de este asunto de manera clara y es práctica y directa. Sus gafas de sol, que la protegen de la intensa luz solar, ocultan gran parte de su expresión durante el trabajo, pero su lenguaje corporal lo dice todo: el trabajo es la prioridad. Esta es sin duda la razón por la que la convirtieron en líder de la cooperativa de mujeres.
Hay mucha cosas que mostrar de sus años de trabajo en esta FACI, la cual se puso en marcha en 2016. Alrededor del perímetro de la explotación comunitaria hay árboles que estabilizan el suelo y contienen el avance de las dunas cercanas. Estos árboles son fundamentales para la supervivencia y el éxito de los hogares de los que viven en el desierto, pero también para cualquier actividad agrícola que desempeñen.
Las especies para esta barrera viva de árboles y hierbas fueron escogidas con detenimiento y a conciencia por el programa de Acción Contra la Desertificación de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Se trata de un primer paso importante para asegurar todo tipo de asentamiento en el desierto, en tanto que protege del viento que se mezcla con la arena y se apodera de todo a su paso, como un tsunami. La degradación de la tierra, agravada por el aumento de las temperaturas y las actividades humanas, alienta la desertificación, y las comunidades que viven en estas zonas áridas soportan la peor parte de las consecuencias.
Como solución visionaria, Mauritania, y otros 10 países de los 8 000 km del continente africano, emprendieron la Iniciativa de la Gran Muralla Verde. Adoptada oficialmente por la Unión Africana en 2007, la visión de la Gran Muralla Verde consistía en crear entornos productivos en África del Norte, el Sahel y el Cuerno de África, transformando así las vidas de millones de personas.
Pese a su nombre, la “muralla” no debe entenderse como un bloqueo contra el desierto, sino como un mosaico de tierras restauradas y reforestadas que ayuda a las comunidades a luchar contra la desertificación, la pérdida de biodiversidad y el cambio climático y, por ende, la inseguridad alimentaria y la pobreza.
Aunque no está sola en la lucha contra la desertificación, Mauritania tiene un carácter singular. En un país que es desierto en casi un 90 % de su territorio, la amenaza del avance de las dunas de arena, la degradación de las tierras y la desertificación es palpable y va en aumento. Si no se les presta atención, estas fuerzas pueden hacer que las comunidades pierdan sus hogares y aldeas, así como también sus medios de vida y sus fuentes de alimento y piensos.
“Anteriormente todo estaba ocupado por dunas”, señala Teslim. “Había muchas amenazas en torno a la aldea”.
Mediante el apoyo a actividades de restauración como parte de la Iniciativa de la Gran Muralla Verde, el programa de Acción Contra la Desertificación de la FAO, financiado por la Unión Europea, sitúa a las comunidades en el centro de la restauración y la reforestación al tiempo que combate estos desafíos con conocimientos especializados y actividades de capacitación para seleccionar qué especies de árboles y hierbas cultivar, dónde plantar las semillas para obtener resultados óptimos y cómo cosechar los productos o sus semillas para usos futuros.
“Dos tercios del país corresponden al Sáhara, en su totalidad”, señala Moctar Sacande, Oficial forestal superior de la FAO y director del programa de Acción Contra la Desertificación. “La concentración de población y ganado es mayor en el Sur. Entonces… la intervención consiste primero en saber cómo puedes ralentizar o contener el proceso de desertificación. Pero en el Sur, donde se encuentra la población, también se necesita cierta intervención para seguir mejorando la fertilidad del suelo, la situación de la tierra para la producción de alimentos, los piensos y los ingresos”.
Solo el 0,5 % de la tierra de Mauritania es cultivable y la mayoría de los hogares depende del ganado. Por tanto, la selección de especies autóctonas que puedan proporcionar ingresos o medios de vida para las familias y sus animales es crucial.
“Nos encontramos en una zona que se ve muy amenazada por la desertificación”, dice Oumar Diallo, oficial de enlace ante la FAO del Organismo Nacional para la Gran Muralla Verde, en referencia a Mifta el Kheir y las regiones vecinas de Brakna y Trarza.
“Así, cuando empezamos en 2016, tratamos ante todo de proteger todo lo que era infraestructura y, al mismo tiempo, empezamos a colocar defensas [parcelas de restauración], sobre todo para proteger las instalaciones alrededor de las aldeas y fijar las dunas que amenazaban elementos como casas y carreteras”.
Mediante la plantación de especies autóctonas adaptadas, como el datilero del desierto (Balanites aegyptiaca), la hierba Leptadenia pyrotechnica de gran resistencia a la sequía y la acacia de goma arábiga (Acacia senegal o Senegalia senegal), se están poniendo en práctica sobre el terreno los conocimientos especializados de la FAO en aras de la restauración y la obtención de ingresos para las comunidades.
“Empezamos también a plantar árboles en torno a las casas. Desde la ejecución del programa, las dunas se han estabilizado. Han crecido muchos árboles desde el inicio del proyecto”, comenta Teslim.
En realidad, la importancia de combinar la restauración con la generación de ingresos es el motivo por el que las actividades de estabilización de dunas y restauración de tierras se llevan a cabo paralelamente con el establecimiento de las FACI.
Abakar Mahamat Zougoulou, Director científico-técnico de la Agencia Panafricana de la Gran Muralla Verde, con sede en Mauritania, explica lo siguiente: “Hemos desarrollado lo que denominamos granjas comunitarias [FACI] por dos motivos. Como bien sabe, hoy en día no podemos pedirle a una población que es muy pobre que plante árboles que le van a brindar apoyo [con ingresos] solo a partir de cuatro, cinco o seis años después”.
“Debemos apoyar a estas poblaciones proporcionando actividades de generación de ingresos”, continúa diciendo. “Estas actividades pueden aportar ingresos en tres, cuatro o seis meses como mucho. Y eso es lo que son las FACI, las instalaciones que primero proporcionan seguridad a las poblaciones, para que participen en las principales medidas de reforestación”.
La FACI de Teslim y su comunidad fue una de las primeras que el organismo nacional de Nigeria encargado de la Gran Muralla Verde estableció en el país. El organismo facilitó un pozo y paneles solares para riego, un vallado alrededor del perímetro del terreno, plántulas para los diversos árboles frutales allí cultivados, entre ellos, bananos, mangos, azufaijos y datileras, además de un gallinero —este último en el conjunto de actividades de generación de ingresos y que resultó ser bastante exitoso—. Tuvo en realidad tanto éxito que Teslim y su comunidad han invertido su propio dinero para construir un gallinero más grande a fin de mantener esta producción y ampliar su escala.
“Esta es la primera granja FACI que establecimos como parte de las actividades de la Gran Muralla Verde. Y ya se observa la diferencia. Hay muchos árboles; se realizan diversas actividades . Hay población presente. La población muestra interés, sobre todo las mujeres, que están aquí todo el tiempo. A cualquier hora que uno venga por aquí, encontrará a estas mujeres... trabajando. Y eso es algo muy positivo”, declara Diallo.
A través de actividades de capacitación, la FAO está fomentando la capacidad de estas comunidades para que continúen plantando y cosechando estas semillas por ellas mismas y, al mismo tiempo, mantengan y gestionen las zonas restauradas.
Teslim se empapa de estos conocimientos. Sus 65 años de vida no han hecho más que intensificar el brillo en sus ojos al aprender algo nuevo. Sonríe casi maliciosamente con los conocimientos recién adquiridos. “Me ha quedado todo claro”, parecen decir sus ojos y la comisura de su boca.
“Teslim es una mujer muy activa. La conocimos en 2016, junto con el grupo, y desde entonces ha sido una líder. Moviliza bien a las mujeres y goza del gran respeto de su comunidad. Esto la convierte en una mujer que puede organizar el grupo... con organización, funciona. Funciona y genera resultados”.
Lidera a las mujeres con esta habilidad y determina quién supervisará la venta de sus gallinas, rotando entre las mujeres para que haya paridad.
Para Teslim, lo más importante de todo es asegurarse de que sus actividades en esta parcela protegida no se desaprovechen y que el tiempo y dinero que han invertido en este espacio se proteja.
“Nos gustaría que el proyecto evolucionara de buena manera. Son los únicos ingresos que tenemos y hemos invertido todo nuestro dinero aquí para el éxito de esta actividad”, admite Teslim.
Aproximadamente a un kilómetro de distancia, mientras su mujer trabaja en la FACI con Teslim, Bilal Ould Salem vigila los árboles en la parcela para la restauración de la tierra. Casi todos los días trae aquí el ganado para que paste en la hierba sembrada para este fin. Hoy, en cambio, está inspeccionando los árboles de goma arábiga. Acaba de comenzar la campaña, pero ha observado que pequeños grupos del líquido transparente solidificado parecen tener un tono ambarino.
La goma arábiga es un producto útil que se comercializa en artículos como sellos de correos, refrescos y, por supuesto, goma de mascar. Autóctona del África subsahariana, es una de las resinas de mayor valor comercial y es especialmente resiliente y productiva incluso en zonas propensas a las sequías. Bilal la recolecta para uso medicinal propio de su comunidad, o bien para venderla a compradores industriales. El forraje y la goma arábiga son algunas de las numerosas ventajas económicas de la parcela.
“Este proyecto es muy importante para mí”, explica Bilal. “Aquí consigo goma arábiga y forraje para el ganado. Durante el período de escasez, puedo traer a mi ganado a pastar. Obtengo estas cosas en la parcela y recibo ingresos por la venta de la goma”.
Esto no es ninguna casualidad. Cuando comienza a ejecutarse el proyecto, se consulta a las comunidades acerca de la selección de especies que hay que utilizar para la restauración y reforestación.
“La comunidad representa el componente esencial en todas las intervenciones. Así pues, en primer lugar, tenemos la consulta con las comunidades. Al consultarlas, simplemente tratamos de conocer, por ejemplo, sus preferencias en cuanto a especies... ¿Qué va a hacer la comunidad con las especies? Y el segundo elemento consiste en saber qué tipo de restauración desean. ¿Para la producción de forraje? ¿Para árboles frutales? Sabemos qué especies quieren y cuál es el entorno, y estos son los datos que combinamos antes de emprender acciones”, señala Sacande.
Tras obtener esta información de la comunidad, la FAO ofrece asesoramiento sobre los tipos de especies locales y resilientes que pueden cubrir estas necesidades. También proporciona capacitación sobre la forma y el momento de plantar estas especies, la forma de recolectar las semillas, la manera de utilizar el material de plantación del modo más eficaz y la forma de cuidar las zonas restauradas.
Este lugar en el que Bilal trabaja es el resultado de la consulta. Fue financiado por el Gobierno de Türkiye a través del proyecto BRIDGES implementado por la FAO entre julio de 2018 y diciembre de 2023. Como parte del programa de Acción Contra la Desertificación, en el marco del proyecto BRIDGES se establecieron zonas de restauración en las regiones de Brakna y Trarza de Mauritania y se ayudó a restaurar más de 3 800 hectáreas de tierra.
Mediante técnicas de preparación de la tierra y captación de agua, la fijación mecánica y biológica de las dunas, la siembra y la plantación, así como la regeneración natural, la FAO ha utilizado parcelas de restauración como esta para atender las necesidades de las aldeas del desierto, junto con las FACI.
Para Teslim y Bilal, la repercusión en estos lugares es evidente.
“La parcela ha detenido el avance del proceso de desertificación. En el lugar en el que se encuentra, antes había dunas, pero con su implementación las dunas han desaparecido”, relata Bilal.
Para las comunidades, la diferencia es como el día y la noche. El gran reto de un proyecto como la Gran Muralla Verde, sin embargo, consiste en hacer que la diferencia alcance nivel continental. Para ello, Mauritania se encuentra en un lugar estratégico.
“Mauritania está en una situación única que la convierte, de algún modo, en el punto de partida, la barrera o la puerta para ayudar a otros países. Si nos dirigimos hacia el sur, por ejemplo, observamos el mismo fenómeno [desertificación] en el Senegal. Pero si no conseguimos bloquearlo desde el lado de Mauritania, sin duda seguirá extendiéndose hacia abajo”, explica Sacande.
Sin embargo, además de su naturaleza desértica, otro reto consiste en que Mauritania es también uno de los países con menor densidad de población del mundo. Existen vastas extensiones de tierra deshabitadas, lo que hace que las actividades de restauración sean mucho más difíciles. Este también es el motivo por el que la innovación adquiere tanta importancia en el país.
Por ejemplo, en la restauración de parcelas de 20 hectáreas, se ha empleado la siembra manual como método habitual. Sin embargo, cuando hablamos de los objetivos del proyecto de restaurar medio millón de hectáreas en Mauritania o 100 millones de hectáreas de tierras degradadas en África de aquí a 2030, como está previsto hacer en la Iniciativa de la Gran Muralla Verde, se necesitan otras soluciones para ampliar la escala.
En la comunidad de Baghdad in Brakna, la región colindante al lugar en el que se encuentra Mifta el Kheir, un dron agrícola de grandes dimensiones complementa la labor de siembra manual de la comunidad.
Con el apoyo de la FAO para seleccionar las semillas y los conocimientos técnicos necesarios en cuanto a la velocidad y la altura que se deben utilizar para su diseminación, el dron incrementa notablemente la superficie que se puede abarcar. En una parcela de 100 hectáreas, por ejemplo, la comunidad cubriría 20 hectáreas a mano, mientras que las 80 restantes se podrían abarcar con el dron.
“Otro componente nuevo fue ampliar la escala. Y para ello, además de lo que la comunidad solía hacer de forma manual, empezamos a utilizar la tecnología de los drones para así fomentar, donde fuera necesario, la diseminación de las especies y el crecimiento de la vegetación”, relata Sacande.
Esta innovación forma parte del futuro de la Gran Muralla Verde. La FAO tiene como objetivo adquirir y utilizar más de estos drones para seguir impulsando los esfuerzos realizados en el país.
Mediante la combinación de esta tecnología con otras tácticas innovadoras de bajo costo, como mesas de cultivo para las comunidades que no tienen tierras cultivables, la Iniciativa aprovecha lo mejor de lo que se dispone para avanzar hacia su objetivo.
El Sr. Alexandre Huynh, Representante de la FAO en Mauritania, describe las parcelas de restauración como uno de los éxitos, pero también de los retos, que conlleva alcanzar un objetivo tan amplio como la Gran Muralla Verde:
“En zonas determinadas, se ha demostrado la validez del enfoque [del proyecto], que es reconocida por las comunidades. Lo vemos sobre el terreno... Pero ahora el objetivo y el desafío consisten en ampliar estas zonas. Así pues, actualmente se plantea una cuestión de cantidad, es necesario ampliar la escala de todos estos resultados demostrados, que por cierto están presentes y son visibles en estos lugares, pero desafortunadamente, por el momento son limitados”.
Con conocimientos especializados, tecnología nueva o incluso el redescubrimiento de aspectos fundamentales, como la utilización de especies autóctonas más cabalmente, la Gran Muralla Verde se está ampliando, comunidad a comunidad, con el apoyo de la FAO y sus asociados gubernamentales.
En general, a través del programa de Acción Contra la Desertificación, la FAO está brindando apoyo a los 11 países de la Gran Muralla Verde en el Sahel para combatir la desertificación y restaurar las tierras. Con todo, el verdadero objetivo en la restauración de tierras y la lucha contra el cambio climático es crear una Gran Hogar Verde, para Teslim y las demás personas que viven la realidad del desierto y la desertificación.