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Las abejas hacen realidad los sueños en Uzbekistán


Una joven desafía los estereotipos y lidera el desarrollo rural

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Cuando Zarnigor tuvo que hacer frente al enorme reto de mantener sola a toda su familia, comenzó a dedicarse a la apicultura, oficio que había aprendido de su padre. © FAO/Umar Isayev

27/10/2025

Zarnigor Yakubova ha estado rodeada de abejas la mayor parte de su vida. Creció en una pequeña aldea del distrito de Bo’stonliq, en la región montañosa de Uzbekistán, y ayudaba a su padre en las tareas apícolas de la familia. Lo que comenzó como una costumbre familiar se convirtió en una habilidad que ella llevó cultivó discretamente hasta la edad adulta.

Zarnigor era una estudiante apasionada, con grandes conocimientos de idiomas y planes de convertirse en profesora, y siempre creyó que dedicaría su futuro a trabajar en el ámbito de la educación.

Pero todo cambió bruscamente. Estando embarazada de su primer hijo, se divorció al mismo tiempo que cuidaba de su madre, gravemente enferma. Sin oportunidades laborales en su pueblo y sin apoyo externo, Zarnigor tuvo que hacer frente al enorme reto de mantener sola a toda su familia.

“La comunidad en la que vivo es muy tradicional. Aquí, se considera que el divorcio es culpa de la mujer. Nadie lo dice, pero todos lo piensan”, confiesa. “Las habladurías corren rápido y es difícil encontrar apoyo. Pero no me di por vencida”.

Con pocas opciones y habiendo interrumpido sus estudios, volvió a algo familiar: las abejas.

“Aún recuerdo cuando [mi padre] recolectó su primera miel, unos 10 o 15 kilos. Nos compró un pequeño obsequio de madera con forma de corazón. Ahí fue cuando me di cuenta de que este trabajo tenía valor”.

Al principio, se dedicó a las colmenas de su familia. Pero el trabajo era muy duro. Sus equipos eran obsoletos. Solían fundir la cera en grandes ollas, por lo que quedaban impurezas y aumentaba el riesgo de enfermedades.

Los apicultores de cinco comunidades vecinas tenían que compartir un único extractor de miel, esperar su turno y, a menudo, recorrer grandes distancias. Cuando las colmenas se enfermaban, no disponían de medios para detectar el problema o tratarlo a tiempo. Podían perderse cosechas enteras de miel debido a brotes de enfermedades, y cada retraso entrañaba menores rendimientos e ingresos.

Zarnigor pasó de ayudar con las abejas de la familia a gestionar sus propias colonias. © FAO/Umar Isayev

En 2023, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) se puso en contacto con Zarnigor para que se uniera al proyecto “No dejar a nadie atrás”, apoyado por el Ministerio de Agricultura y Silvicultura de Türkiye. Con el proyecto se empodera económicamente a las mujeres rurales al darles acceso a conocimientos agrícolas, instrumentos y redes de pares.

Zarnigor fue una de las 48 mujeres del distrito de Bo’stonliq seleccionadas para recibir ayuda.

A través de sesiones de capacitación impartidas por expertos y un festival regional de apicultura, Zarnigor amplió en gran medida sus conocimientos. Los talleres abarcaron métodos prácticos para mejorar la higiene de las colmenas, detectar los primeros signos de enfermedades y gestionar las colonias con mayor eficacia. Las participantes también aprendieron estrategias para alimentar a las abejas con jarabe de azúcar a principios de la primavera, cuando son más vulnerables tras el invierno, así como formas de lograr que su actividad apícola fuera más rentable y una fuente sostenible de ingresos.

“Aprendí a separar la cera de la miel, a detectar insectos dañinos con solo observar las colmenas y a cuidar de las abejas cuando pasan hambre tras un largo invierno”, relata.

El proyecto también proporcionó a su familia su propio fundidor de cera y extractor de miel. Con este cambio logró ahorrar tiempo, reducir los riesgos de enfermedades y trabajar de manera independiente.

Gracias al acceso a este equipo esencial y con los conocimientos adecuados, Zarnigor pudo poner en marcha su propia explotación apícola. Ahora gestiona 40 colmenas y vende miel, cera, jalea real y propóleos directamente desde su casa a los clientes.

También está ayudando a su padre a adaptarse a las herramientas modernas, e incluso ha creado un blog para promocionar sus productos apícolas y compartir su historia.

“No me había dado cuenta de todo lo que estábamos perdiendo hasta que aprendí la forma correcta de hacer las cosas”, afirma. 

Zarnigor, con su padre y su hijo en su colmenar familiar. Está educando a su hijo para que conozca el valor de su tradición familiar. © FAO/Umar Isayev

En Uzbekistán, la apicultura se considera tradicionalmente un trabajo de hombres. Hasta hace poco, Zarnigor no había conocido a ninguna otra mujer apicultora. “Todos pensábamos que era un trabajo de hombres. Demasiado arriesgado, demasiado duro”, dice.

No obstante, con su ejemplo, Zarnigor está ayudando a cuestionar esos estereotipos y a cambiar las percepciones en su aldea. Varias mujeres que asistieron a las sesiones de capacitación ya han puesto en marcha sus propias colmenas, y muchas más acuden a ella para pedirle orientación.

Los ingresos que obtiene de la producción de miel y de las clases que imparte a los niños en su tiempo libre están ayudando a Zarnigor a lograr otro hito importante. Está ahorrando para comprar su propia casa. “Es pequeña, pero será mía. Eso es lo más importante”.

Más allá del apoyo técnico, el proyecto también creó conexiones informales entre las mujeres rurales. Un grupo creado para mantenerse en contacto después de las sesiones de capacitación se convirtió en un valioso espacio para intercambiar ideas y alentarse mutuamente. “No se trata solo de herramientas o asesoramiento. Nos motivamos mutuamente y compartimos nuestros progresos. Es como una pequeña comunidad”.

Y, en todo este proceso, sigue centrada en el futuro. Espera abrir una tienda de miel de marca y criar a su hijo con los mismos valores que aplica en su trabajo. “Quiero que, cuando crezca, sea alguien importante, alguien que colabore con los demás, pero que también sepa de dónde viene y aprecie lo que hemos construido”.

Lo que comenzó como una forma de superar tiempos difíciles se ha convertido en un negocio exitoso que no solo le proporciona un medio de vida, sino que permite a otras mujeres crear empresas duraderas y lograr una mayor independencia económica.

“He hecho frente a prejuicios, enfermedades familiares, pobreza y aislamiento. Pero sigo aquí, y estoy construyendo un futuro para mí y para mi hijo, con abejas, con mis propias manos y con la convicción de que tengo capacidad para lograr más”. 

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