Prevenir y reducir las pérdidas y los desperdicios de alimentos en el contexto de la seguridad alimentaria y nutricional. Un reto intersectorial.
Evento híbrido, 24/08/2023
Transmisión en vivo
Antecedentes
Según datos del SOFI 2023, América Latina y el Caribe fue la única región que logró reducir tanto la prevalencia de subalimentación como la inseguridad alimentaria moderada o grave. Esto se traduce en una disminución en las cifras de hambre, pasando de 7% en el 2021 a 6,5% en el 2022, lo que equivale a 2,4 millones menos de personas que pasaron hambre. Algo similar ocurrió con la prevalencia de inseguridad alimentaria moderada o grave, pasando de un 40,3% en 2021 a 37,5% en 2022, lo que representa una disminución de 16,5 millones de personas.
A pesar de esta disminución, todavía habitan en la región 43.2 millones de personas que pasan hambre, y 159 millones personas que se encuentran en una situación de inseguridad alimentaria moderada o grave.
Nuestra región tiene el costo de una dieta saludable más elevado en comparación con el resto de las regiones del mundo, situándose en 4,08 USD por persona por día, Esto se traduce en que 133,4 millones de personas no puedan acceder a una dieta saludable.
Esto resulta contradictorio tomando en cuenta que América Latina y el Caribe produce alimentos para el doble de su población. Además, es una región protagonista en la producción de productos agrícolas y pesqueros, con el 13% de la producción mundial, y cuenta con el 50% de la biodiversidad mundial.
Lo que resulta más paradójico, es que en la región se pierda el 11,6% de los alimentos que se producen,y que precisamente aquellos alimentos que forman parte de una dieta saludable, como las frutas y pescados, son los que más se pierden.
El hecho de que existan pérdidas y desperdicios de alimentos mientras hay personas que padecen hambre, es en primer lugar un signo de que el sistema agroalimentario no está cumpliendo adecuadamente su función y de que los alimentos no están distribuyéndose equitativamente a toda la población.
Además, las pérdidas y desperdicios de alimentos tienen repercusiones económicas, sociales y ambientales. A nivel macro los efectos económicos se asocian a la reducción de recursos financieros que se pueden destinar a invertir en otros ámbitos. A nivel social, se pueden traducir en precios más altos de alimentos y mayores dificultades para acceder a ellos, afectando especialmente a las personas más vulnerables. Sus efectos ambientales producen presión en los recursos naturales como el agua y el suelo y emisión de gases de efecto invernadero.
De acuerdo a estudios de FAO, la huella de carbono que dejan las PDA es de 3,3 giga toneladas de dióxido de carbono (CO2), lo que se traduce en un 7% de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial. En el proceso de producción de los alimentos que se pierden o desperdician se utilizan 1400 millones de hectáreas, lo que equivale al 30% de las tierras agrícolas del mundo. Y los números siguen: el uso de recursos hídricos atribuible a los alimentos perdidos o desperdiciados alcanza los 250 km3, lo que representa cerca del 6% de la extracción total de agua a nivel mundial
Considerando los impactos económicos, sociales, éticos y ambientales de las PDA, tenemos que ser capaces de comprender la importancia de su prevención y reducción en beneficio de la sociedad, en vías de poder cumplir también con los ODS, en particular el ODS 2 “Hambre cero” y el ODS 12 “Producción y consumo responsables”.
En el proceso de recuperación de la crisis global, la reducción de las PDA es un tema que debe estar presente en la agenda gubernamental de los países. Las claves se encuentran en la toma de decisiones basada en información y datos de calidad, alianzas entre los actores del sistema alimentario, en el impulso y aprobación de marcos legislativos para la prevención y reducción de las PDA, y en la aplicación de programas público-privados que promuevan el consumo local, el apoyo a los pequeños agricultores y la sensibilización de productores y consumidores para avanzar hacia hábitos y prácticas más sostenibles.
Considerando los impactos económicos, sociales, éticos y ambientales de las PDA, tenemos que ser capaces de comprender la importancia de su prevención y reducción en beneficio de la sociedad, en vías de poder cumplir también con los ODS, en particular el ODS 2 “Hambre cero” y el ODS 12 “Producción y consumo responsables”.
Si somos capaces de contribuir a la prevención y reducción de las PDA, estaremos contribuyendo a mejorar la seguridad alimentaria y nutricional de la población mediante una mayor disponibilidad y acceso a alimentos, contribuyendo también con la reducción de las emisiones de GEI, y también mejorar la productividad y el crecimiento económico.
Por esta razón, desde la FAO y el Ministerio de Agricultura del Gobierno de Chile, en sus esfuerzos por visibilizar esta problemática y concienciar respecto a sus repercusiones, presenta esta instancia de conversatorio para conocer los retos y oportunidades que se tienen desde los distintos sectores para prevenir y reducir las PDA, así como también conocer lo que está haciendo Chile en esta materia.
Objetivos
Visibilizar la problemática de las pérdidas y desperdicios de alimentos y concienciar respecto a sus repercusiones éticas, ambientales y económicas, en el marco del estado de Seguridad Alimentaria y Nutricional de la población.
Conocer los retos y oportunidades en la Región para prevenir y reducir las PDA, con foco en el caso de Chile.
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Oficina Regional de la FAO para América Latina y el Caribe